15 de junio de 2010

La crisis financiera y económica internacional


La expansión global comenzó a perder impulso de forma muy significativa desde 2007 como consecuencia de la extensión a la economía real de los efectos de la crisis financiera originada en EE.UU en el verano de dicho año (y, en menor medida, como consecuencia del fuerte aumento del precio del petróleo y de otras materias primas). La crisis hipotecaria ocurrida en EE.UU se extendió con rapidez a los mercados financieros internacionales (gracias a la titulización de las denominadas hipotecas subprime y su posterior venta a inversores de otros países, lo que permitió su propagación a través de todo el sistema financiero internacional) originando una fuerte reducción de la liquidez financiera y dando lugar inicialmente a una crisis crediticia.
Con posterioridad, la misma extendió sus efectos a la economía real de buena parte de los países del mundo (si bien con un cierto carácter asimétrico, en la medida en que la misma está afectando en mayor medida a las economías avanzadas, la práctica totalidad de las cuales se encuentra en la actualidad en recesión económica, que a los países emergentes, una parte de los cuales ha experimentado reducciones menos significativas en sus ritmos de crecimiento).
Como consecuencia de la crisis, la economía mundial ha pasado de experimentar un crecimiento muy robusto (5,1 % en 2007) a una recesión global (con una caída del PIB mundial del 1,4% en 2009) en un periodo de tiempo muy corto. De hecho, en caso de cumplirse las previsiones, la recesión de 2009 es la más severa que habrá experimentado la economía mundial en los últimos 50 años. En este sentido, cabe destacar que, en relación con el resto de recesiones globales experimentadas en las últimas décadas, en la actual se va a producir una caída más significativa de la renta per cápita global, un mayor incremento del desempleo, así como mayores retrocesos del comercio internacional y de los flujos internacionales. Otra característica destacable de la recesión actual es el fuerte grado de sincronización, una circunstancia que se aprecia en el hecho de que la práctica totalidad de las economías avanzadas y un buen numero de las economías emergentes y en desarrollo se encuentran en recesión.
La brusca desaceleración de la economía mundial ha introducido una repuesta sin precedentes de las autoridades económicas en forma de políticas de macroeconómicas de carácter expansivo. Así, en términos de política monetaria, los bancos centrales de todo el mundo han reducido agresivamente sus tipos de interés oficiales, en muchos casos hasta niveles cercanos a cero. Algunos autores señalan que la autoridades pudieran enfrentarse a una serie de dificultades a la hora de abandonar las diversas políticas de intervención relacionadas con la crisis. Así, cuando la actividad real vuelva a la normalidad, la política monetaria deberá endurecerse con el fin de evitar que se produzcan incrementos indeseados de la inflación. En el mismo sentido, el endeudamiento del sector público deberá recortarse hasta alcanzar una trayectoria sostenible en el largo plazo.

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